Balística Forense. Métodos de comparación de las balas.

Antes del microscopio de comparación se realizaban distintos métodos identificativos:

 

     -Medida de la anchura de las estrías con un micrómetro filiar. El filamento se alinea con un borde de la estría, se gira a la derecha y se toma la lectura del otro borde, la diferencia es la anchura de la estría).

 

     -Método de intercambio. Se realiza con una cámara fotográfica de largo foco provista de una lente de foco corto, con objeto de conseguir una buena ampliación. Se fotografía numerándose las estrías.

 

     -Método de Balthazard (1922). Moldeado de huellas sobre papel estaño. Haciendo rodar la bala sobre una hoja de estaño colocada sobre una placa de cartón.

 

     -Desarrollo geométrico sobre lámina de plomo. Resultados buenos, pero método complejo.

      -Método de Giraud (1928). Consiste en separar la capa de blindaje y extenderla laminarmente para examen. Método útil cuando la bala por el choque se halla muy deformada. Pero tiene el inconveniente jurídico de que se altera la pieza de convicción.

      Actualmente para la comparación se usa el denominado microscopio especial de comparación. Se utiliza actualmente en todas las policías del mundo. Conseguimos con el microscopio de comparación que en el visor se yuxtapongan las dos imágenes, una al lado de la otra, y se observa la coincidencia o desemejanza de las estrías o impresiones del cañón sobre el proyectil. Con visión directa y con capacidad de ser fotografiada.

      El microscopio especial de comparación requiere que el examen sea directo con visión binocular e iluminación oblicua para conseguir una mayor sensación de relieve, destacando los detalles de las huellas.

      Realizada la observación directa, el técnico procederá con el mismo microscopio a la microfotografía, directamente sobre las balas y no sobre el moldeado, porque no suelen reproducir totalmente los pequeños detalles de las huellas secundarias, que son, precisamente, las determinantes de la identidad específica del arma.

 

     Como curiosidad citamos el método STOKIS para fotografiar los proyectiles. Con la idea de que todos los puntos a fotografiar de la superficie equidisten la misma distancia a la placa fotográfica, creó una película que se introducía en un chasis curvo, cuya concavidad mira a la superficie convexa del proyectil.

 

     Sin embargo es preferible la fotografía, huella por huella. Obteniendo una colección de microfotografías en donde se habían reproducido todas las características o señales al igual que si de un dactilograma se tratara.

      Dentro de la fotografía como técnica en busca de soluciones para la balística se ideó el ciclógrafo, hoy en desuso. Eran fotografías continuas automáticas; giraba el proyectil sobre el objetivo a la vez que la película. Tenía inconvenientes como el requerir que la bala se encuentre en perfecto estado y el mal centrado en el objetivo.

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Medidas de las armas y cartuchos

Las armas no tienen todas las mismas características y medidas, así ocurre con los cartuchos, por lo cual debemos de emplear los adecuados a cada arma, basándonos en una serie de medidas comunes a ambos que a continuación vamos a ver.

De los puntos comunes más interesantes entre arma y cartucho tenemos:

EL  CALIBRE:

Podemos definir el calibre bajo dos aspectos

  • En sentido amplio

Es el conjunto de las medidas y características de una determinada arma y su cartucho correspondiente.

  • En sentido estricto

Es el diámetro interior del ánima o el de la bala, que, aunque casi coincidentes, existen pequeñas diferencias.

­­­­­El calibre en las armas de cañón liso se determinaba por el número de esferas de plomo contenidas en una libra inglesa de peso, como ya hemos visto en temas anteriores.

Al inicio del uso de los cañones rayados, se empezó a denominar el calibre por el diámetro del cañón. El problema radica en qué medida se ha de tomar, si la existente entre campos o la existente entre rayas (= fondo de campos).

Si bien en la actualidad se da por válido como calibre la distancia que existe entre campos, hay que tener en cuenta que en algunos casos el calibre coincide con el diámetro de la bala, y en otros, ni coincide con el diámetro de la bala ni con la distancia entre campos.

El coronel Lanza, en su famoso «Tratado de Cartuchería», comenta el siguiente ejemplo: Un arma de calibre 7’62 mm. tiene las siguientes medidas:

  1. En un ánima rayada: 7’83 mm. entre rayas y 7’62 mm. entre campos.
  2. En un cañón poligonal: 7’83 mm. entre aristas y 7’45 entre caras.

Teniendo en cuenta que el diámetro de la bala que disparan ambos cañones es de 7’83 mm., ¿no sería más lógico utilizar el número 7’83 mm. como relación entre arma y cartucho, es decir, como calibre, ya que ese número es común a tres dimensiones inamovibles?

Existen dos maneras de denominar a un mismo calibre:

  1. En el sistema anglosajón se le denomina en pulgadas.
  2. En el sistema europeo, o métrico decimal, se le denomina en milímetros.

Por ejemplo: el calibre 6’35 mm. del sistema europeo equivale al calibre 25 del sistema anglosajón.

En el primer caso, son 6’35 mm., y en el segundo, son 25 centésimas de pulgada. Como el sistema anglosajón tendría cero como enteros, se omite éste, dejando un punto a la izquierda de los decimales (.25).

Para saber más:

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El «headspace» en la fabricación de armas de fuego.

Respecto al desarrollo de presiones y dilatación consecuente de la vaina en el momento del disparo, es obvio que un cartucho introducido en recámara debe quedar firmemente posicionado en forma tal que su culote haga contacto con el plano frontal del dispositivo de cierre de la misma (llámese este cerrojo, corredera, bloque basculante, etc.), a fin de que se realice el disparo con las máximas garantías de seguridad de funcionamiento del arma en el primero y sucesivos disparos y, lo que es más importante, de la propia seguridad física del tirador.

Pues bien, para que dicha obviedad se cumpla, es necesario que durante el proceso de fabricación de la recámara se respeten al máximo las medidas y tolerancias de la cota de fijación del cartucho reseñadas en los planos de ésta. Esta cota, espacio, medida o distancia es la de mayor importancia para el diseño y fabricación del cartucho y, por supuesto, también de la recámara que lo recibe. Dicha cota está definida como la distancia existente entre el plano anterior del cierre (de recámara) y la superficie de apoyo del cartucho.

Los anglosajones llaman headspace a este mencionado espacio o distancia, y lo definen de forma más precisa como «la distancia existente entre el cierre de recámara y la parte de la recámara en la que, por topar en ella la vaina del cartucho, se impide su movimiento hacia adelante».

El headspace o cota de fijación, que es lo mismo, si bien la mayoría utiliza el término anglosajón, está garantizando la seguridad de funcionamiento de la cámara de combustión que, sabemos, es la combinación de cartucho y recámara. Si dicha distancia se encuentra fuera de tolerancia por exceso, cuanto más exceda la misma, más probabilidades tendremos de fallos de percusión por no golpear correctamente la aguja percutora al pistón; y más probabilidades tendremos de accidentes de explosión del cartucho por rotura de vaina; bien en el mismo culote, bien en su tercio inferior, con los riesgos consiguientes. Estos riesgos pueden ir desde el simple susto hasta serio daño físico al tirador.

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Los inicios de la Balística Identificativa

La Balística  Identificativa y Comparativa, que está reconocida actualmente como una Ciencia de las que integran la Criminalística, tiene su origen en los Estados Unidos, a finales del siglo XIX gracias a los esfuerzos de Goddard, Walte, Gravelle, Fischer, entre otros, que con su investigación y esfuerzo, consiguieron unas incipientes técnicas que, partiendo de los medios más simples, se han ido perfeccionando, hasta los modernos laboratorios y los precisos aparatos que lo integran.

         En 1835, en los orígenes de la policía británica, Henry Goddard por una protuberancia en una bala, identificó a través de su molde el origen de la misma. Había sin saberlo iniciado un método nuevo de investigación, con la ventaja de ser concluyente.

         Las actas judiciales de Lincoln Assize hablan de otro pionero parecido a Goddard. Este hizo la identificación a través del taco de papel.

         Durante el siglo XIX los dictámenes de los armeros y demás especialistas en armas de fuego, estaban basados si tal o cual arma podría disparar, si la carga era delantera o trasera, área de dispersión de los perdigones, si eran capaces de alcanzar un blanco a esa distancia, etc., eran simples opiniones carentes de rigor científico.

         Es el profesor de Lyon (Francia) Alejandro Lacassagne (1889) el que estudia por primera vez las siete estrías de un proyectil extraído del cadáver de una persona asesinada.

         Otro pionero, el polifacético médico de Berlín, Paul Jeserich realizó fotografías del proyectil extraído del cuerpo y del arma intervenida y los miró ambos con el microscopio, percatándose de los resaltes y de las estrías.

         Es de señalar la preocupación judicial iniciada en aquella época sobre estos temas. Como botón de muestra vale el libro de Hans Gross, “Manual del Juez de Instrucción”, que dedica un capítulo enero de su obra al estudio de las armas de fuego. Recomendando a los Jueces de Instrucción realicen estudios de balística.

         En la escalada de científicos en busca de una respuesta a la pregunta si el arma intervenida al sospechoso ha sido la que ha disparado el proyectil causante de la muerte, o lo que es lo mismo, que es lo que caracteriza el cañón de un arma, destacan hombres como el citado Jeserich, que recuperaba los proyectiles disparando en cestos de algodón y Richard Kockel (1905, Director del Instituto Forense de la Universidad de Leipzig), que fue luchador de una tendencia universalizante para la Medicina Legal, estudió trayectorias disparando contra láminas de cera y óxido de cinc.

         Hasta llegar a la primera semilla de la balística Forense gracias al francés Balthazard (1912), profesor de patología forense, que publicó dos artículos:

                   – Identificación de proyectiles de armas de fuego.

                   – Identificación de casquillos de pistolas automáticas.

         Cita las lesiones producidas en la vaina por el percutor y la pared trasera de cierre y la uña extractora, así como en la bala el rayado del cañón. No identificaba por el macizo o campo.

         En el año 1913, el profesor de patología forense, Balthazard, observó que cuando un arma de fuego era disparada, el cañón y los sistemas de disparo podían dejar su impronta en los diferentes elementos del cartucho, y advirtió que, incluso en una fabricación en serie y con el mismo utillaje, su aspecto variaba hasta el punto de permitir la identificación. Los métodos entonces propuestos hoy nos parecen ahora incompletos y rudimentarios, pero eran suficientes en una época en que una fabricación  menos precisa y rudimentaria traía consigo particularidades de importancia.

         En aquellos momentos Balthazard identificaba los proyectiles (con independencia de los estudios dedicados a los otros elementos del cartucho) únicamente por las señales debidas al rayado del cañón y no tenía en cuenta las producidas por los macizos o campos, que, no obstante, se graban mucho mejor y, sobre todo, con más fidelidad. Son preferibles estas últimas, pues se encuentran en todos los casos, a despecho de las ligeras variaciones de los diámetros de los proyectiles, debidas a las tolerancias de fabricación y de la dureza de la envuelta y núcleo de la bala. Por ello, mereció las críticas de Cesir y Gennouceaux, pues las referidas tolerancias, tienen demasiada influencia en la cantidad y naturaleza de las impresiones marcadas en los proyectiles. Actualmente, se da más importancia a las improntas dejadas por los macizos o campos que a las señales dejadas por las estrías o rayas. Desde aquel año y con la memoria elevada al Congreso de Medicina Legal de París, se viene admitiendo en los tribunales de todo el Mundo, como prueba científica, y, sobre todo, como inestimable ayuda para la investigación policial, los dictámenes de los peritos balísticos.

         Antes de los trabajos de Balthazard, el examen se refería únicamente al proyectil y los armeros llegaban muy raras veces a una conclusión cierta. En aquellos casos, se necesitaba que el arma tuviese un defecto muy marcado.

         Un crimen fue causado por una bala que presentaba un surco, Renette consiguió identificar el arma que había disparado esa bala. El surco era causado por el punto de mira.

         El doctor Rechter y el teniente coronel Mage estudian sobre identificación de proyectiles y vainas. Es el inicio de la moderna técnica. Analizan los efectos de la recámara sobre el cartucho.

Así, en el estudio de M. Gastine Renette, existía un surco profundo en un proyectil de plomo, causado por la extremidad del punto de mira, clavado tan profundamente en el cañón que rebasaba la superficie interna de éste

Fuera de estos casos excepcionales, los expertos lograban como máximo observar una concordancia de las características de clase; calibre, número y anchura de rayas. Absolutamente incapaces de diferenciar dos armas del mismo tipo, se veían obligados a formular conclusiones con reservas del tipo de la siguiente:

“El proyectil ha sido disparado por el arma recogida del lugar de los hechos (o incautada al inculpado) o por otras semejante”, lo que no resultaba muy útil para la investigación.

         Cierto es que con anterioridad se habían realizado identificaciones, pero sólo por el taco, gracias a los restos de papel que se le pudieran intervenir al sospechoso.

         En 1922 el neoyorquino Charles E. Waite, después de un laborioso trabajo de cinco años, poseía datos exactos, sobre todos los tipos de armas producidos en los Estados Unidos desde mediados del siglo XIX. Dio como resultado, el descubrimiento asombroso, de que ¡no existía ni un solo modelo de arma que fuese exactamente igual a otro!

         Podía averiguar Waite la procedencia de cualquier proyectil si había sido disparado por un arma americana. Esto lo consiguió:

                   1º. Midiendo el calibre en fracciones de milímetros.

                   2º. Por la dirección de las estrías.

                   3º. Contaba y medía las estrías y los campos intermedios.

                   4º. Medía el ángulo de torsión de las estrías.

         Esto no era suficiente había que llegar a una identificación más completa similar a la de las huellas dactilares. Waite conocía el proceso de fabricación de las armas. Así el cañón era fabricado y pulido en un bloque cilíndrico de acero y el estriado era producido por una cortadora automática de acero durísimo, que por muy perfecto que fuese, nunca sería posible fabricar dos armas exactamente iguales.

         Con la idea de realizar estudios científicos se creó el primer Laboratorio Forense de Balística en Nueva York, “Bureau of Forensic Ballistics”. Junto con Waite, trabajaban Fisher y Gravelle.

         Fisher diseñó el helixómetro; servía para inspeccionar el cañón de un arma de fuego; y el microscopio calibrador, que medía estrías y campos y la orientación de las curvas.

         Gravelle (1925) dio un paso decisivo en balística al inventar el “microscopio comparativo”.

         El microscopio comparativo es un instrumento que permite ver dos objetos, en este caso balas o vainas, en una sola imagen y a un aumento considerable.

         Gravelle, con un ingenioso dispositivo óptico, unió dos microscopios, cada uno de los cuales servía para observar un proyectil. La insuficiencia de la memoria, quedaba así subsanada, pudiendo por tanto examinar a la vez dos proyectiles, uno junto al otro, logrando que ambos girasen, de modo que se pudieran contemplar con toda detención las coincidencias o las diferencias irrefutables.

         El tercer colaborador de Waite fue Calvin Goddard, Doctor en Medicina, llevaría la Criminalística científica a las más altas cotas.

         Goddard demostró que toda arma de fuego dejaba marcadas en los proyectiles unas señales características, con valor identificativo igual al de las huellas dactilares. También halló características en el culote de las vainas. Así como convenció que se podía crear una balística forense basada en principios de ciencia exacta.

         Goddard esclareció por medio de la balística forense la matanza ocurrida el día de San Valentín el 14 de febrero de 1929; las pruebas balísticas, que resultaron innegables, fueron posteriormente confirmadas en 1961 por los científicos Weller y Jury.

         En 1929, Goddard fundó un gran laboratorio nacional dedicado a la Criminalística científica, “Scientific Crime Detection Laboratory”. En cuatro años investigó 1.400 casos de armas de fuego.

         El salto a Europa se produce a través de Gran Bretaña, donde se afianza a partir de un espectacular juicio, celebrado el 23 de Abril de 1928, donde se presentaron pruebas balísticas concluyentes al Tribunal, después de comparar, examinar y dispara cerca de 1.300 armas similares a la que se había encontrado en poder del principal sospechosos, y que sirvió para declarar un veredicto de culpabilidad.

         El éxito alcanzado en dicho juicio, se difundió rápidamente por las capitales europeas, contribuyendo a la creación de laboratorios de balística en Lyon, Oslo, Berlín, Moscú y otras ciudades del mundo.

         En todo el mundo se extendió una preocupación científica por la Balística Forense, destacando entre otras personalidades como la de Söderman en Suecia; en Francia el citado Balthazard y Locard; en Rusia, Suskin y Matweiev; en Alemania Brüning, Kraft, Mezger y Waixenegger; G. Rechter (1920) se hizo cargo de la dirección de la recién fundada “Ecole de Criminologie et de Police Scientifique” en Bélgica; en Egipto (1917) el Director del Departamento forense del Ministerio de Justicia, Sydney Smith, estudioso de los temas de Criminalística, poseía los mejores laboratorios forenses del mundo, aunque ignorados por todos los países, hasta que publicó el libro “Forensic medicina and Toxicology” basado en el microscopio comparativo.

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