Europa se enfrenta a la amenaza del terrorismo islámico. Los últimos atentados se han llevado a cabo por células independientes con escasos medios. Afortunadamente, parece que no consiguen acceder a la utilización de explosivos militares.
El atentado del 17 de agosto en Barcelona podría haber sido mucho más grave si los planes de los terroristas no se hubieran frustrado por la explosión de la casa de Alcanar. Estaban fabricando explosivos caseros con materiales que son de fácil acceso.
Existe un listado de sustancias peligrosas que pueden utilizarse para fabricar explosivos. Y los proveedores están obligados a rellenar unos impresos cuando alguien compra cantidades abundantes. Sin embargo, esta información, al parecer, no llega a la Policía.
Sería recomendable que existiera un protocolo que obligara a los vendedores de productos peligrosos a comunicar de forma inmediata a la Policía cualquier venta que exceda de ciertos límites, e incluso cuando se detecte que alguien compra asiduamente estos productos.
Hemos visto, por otra parte, como se han producido atentados con furgonetas o camiones de alquiler. Una buena medida podría ser que las empresas de alquiler comunicaran a la Policía todos los datos de las personas que alquilan estos vehículos, del mismo modo que los hoteles informan de los huéspedes que tienen. Evidentemente, esto supondría crear un programa informático especial en el Ministerio del Interior para poder procesar los datos y compararlos con la información disponible (antecedentes, archivos de investigación, etc.).